miércoles, 27 de mayo de 2020

Pandemia: Recuerdo a nuestros mayores

A lo largo de la historia la humanidad ha padecido numerosas pandemias, todas ellas devastadoras para el ser humano. Siempre con gran sufrimiento y diezmando la población, de todas ellas el ser humano va aprendiendo algo, modificando comportamientos y avanzando en la ciencia.

Parecía que con la vacuna de la viruela, pandemia que costó la vida a 300 millones de personas, ya ibamos venciendo estas enfermedades, pero cuando llego el VIH cogió al ser humano fuera de juego. No sólo no había vacuna para este virus, sino que era mortal para todo aquel que se contagiara (vacuna que aún no existe, sólo hay un tratamiento) Fallecieron del VIH de 28 a 30 millones de personas, una pandemia de los años 90.

Ya hubo otros coronavirus como MERS que se erradicaron con baja mortalidad; el coronavirus actual, denominado Covid-19, es de gran transmisión y muy letal para las pesonas mayores o con patalogias previas.

En España se cebó con las residencias de ancianos, esas generaciones en las que muchos habían vivido una guerra, una posguerra con hambruna, y una gran lucha para sacar a sus familias adelante.
Y ahora al final del camino, sin miedo a la finitud, con sus rutinas tranquilas, en sus mecedoras, sentados en sus bancos con amigos, con sus conversaciones, sus paseos, sus juegos de cartas, etc... y sobre todo con las caricias y mimos de sus familiares, de repente se encuentran con el COVID-19, donde los que lo padecen se ven metidos en una escena de angustia casi apocalíptica para ellos, en esas urgencias abarrotadas, esas habitaciones plenas de aparatos y cables, los sanitarios vestidos con esos trajes para ellos de astronautas ( el tema de los sanitarios sería otro artículo porque nos han dado una lección de vida, han demostrado unas profesionalidad y amor y cuidados al otro, está claro que es una profesion vocacional, vaya mi admiración hacia ellos).

Este es mi homenaje a los ancianos, y como a veces no hay palabras para lo imposible, lo que no se puede describir, encuentro en esta poesía de Gustavo Adolfo Bécquer las palabras que pueden decir lo que sintieron.

Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
Cuando la trémula mano
tienda, próximo a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(si suena, en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa,
¿quién vendrá a llorar?
¿Quién, en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?

Rima LXI:Al ver mis horas de fiebre. G.A.Bécquer